El olvido que seremos (2020) es la decimoctava película que lleva la impronta del director español Fernando Trueba (Madrid, 1955). La cinta es una producción colombiana (financiada por Caracol Televisión) que lleva a la gran pantalla la historia del médico, activista de los derechos humanos y ensayista Héctor Abad Gómez.
La película engancha desde sus primeros compases. Está edificada en un material formidable: la novela que lo inspira, El olvido que seremos, que fue cincelada en 2006 por Héctor Abad Faciollince, escritor que es el hijo menor del protagonista cuya historia se nos narra. Partiendo de esa base, el guión ha sido pulido por David Trueba, uno de los narradores más brillantes de la literatura actual, aparte de notable cineasta.
La peli, decíamos, enamora en su primer tramo. Recrea con verismo la vida en Medellín durante los años 60, 70 y 80. Sobre todo, cautiva por cómo capta el afecto que fluye entre los componentes de la familia protagonista, poblado de complicidades, música, cine, amor por el saber, alguna que otra incomodidad y un idealismo a prueba de contratiempos, el desplegado por Héctor Abad, empeñado como está en construir una red de aguas salubres en su ciudad y entorno. Un tipo que ama a su esposa y sus hijos, también un humanista poco amigo de tratos con una jerarquía católica que pone trabas a su labor de denuncia y compromiso social en relación a los más desfavorecidos, poniendo en duda su honorabilidad
Cada personaje de este fresco colombiano deja algún detalle para el encanto: una adolescente cantaautora en ciernes que ejercita su talento en la lengua de Bob Dylan, dos pequeñajos (niño y niña) que están como el perro y el gato conforme derrochan carisma, una delicada belleza de hermana mayor, una madre orquesta que hace malabarismos con la economía familiar y que es el polo a tierra de su esposo, un precursor de las causas.
Poco a poco, queda de relieve que Abad estaba de acuerdo con Ortega en la máxima esencial del pensamiento del filósofo español por excelencia: «yo soy yo y mis circunstancias, y si no la salvo a ello no me salvo a mi». Es decir, es un tipo que se arremanga, ya sea como médico o como profesor universitario. Conforme conoce la la realidad de su gente, se va internado cada más en el compromiso social y político, lo que acabará definiendo su destino vital y el de sus seres queridos.
Lo interesante de esta película es que te deja transitar por todo lo bueno que ofrecen las obras maestras: comedia para creer en la vida, superación como escuela de existencia y drama como sello de verismo y gasolina para la conciencia. Lo hace en dosis bastante proporcionadas. En ese ejercicio narrativo, conviene ponderar el pulso de Trueba y, muy especialmente, la extraordinaria composición humana que teje Javier Cámara (acento incluido) al encarnar a Héctor Abad.
También es cierto que hay una parte del relato, la que explora la violencia en Colombia durante aquellos años -sobre todo los 80-que por momentos se hace bola en el estómago y la sensibilidad de quienes tanto hemos disfrutado con el primer tramo de esta historia. Pero supongo que es justo admitir que sin esa parte intermedia (de maduración en la adversidad) y, sobre todo, final el relato quedaría huérfano de la vertiente documentalista y emotiva que tanto requiere el retrato de un hombre comprometido con su pueblo.
Funciona pues esta historia como merecido homenaje a la gente colombiana que tanto nos inspira estos días (sobreponiéndose a una violencia policial injustificable) en el reclamo de unas condiciones de vida más justas y más dignas. Para eso sirven la vida de los individuos ejemplares. Para recordarnos que la antorcha de una vida mejor, con derechos mejor consolidados y una calidad de vida universal, descansa en la fuerza del conjunto que sintoniza con su mejor dirección evolutiva a través de personas despiertas, valientes y comprometidas con su tiempo.
Autor: Pedro Fernaud Quintero
Alas y Raíces 
2 comentarios sobre “El olvido que seremos: el reflejo de un país que siempre se levanta del horror de la violencia”