Reyes de la Noche ideas y contradicciones de la radiodifusión nocturna española
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Reyes de la noche: rock and roll, ideales y contradicciones de la radiodifusión nocturna española de los 80 y 90
Reyes de la noche es una de las series que más está dando que hablar en el panorama audiovisual español. Esta comedia dramática lleva la impronta de Adolfo Valor y Cristóbal Garrido, guionistas de una historia producida por Movistar Plus, que recrea la rivalidad radiofónica en el ámbito deportivo que tuvo lugar en las ondas españolas a finales de los ochenta y principios de los 90.
Ya desde el comienzo de cada capítulo se advierte de que los hechos relatados pertenecen a la ficción, aunque estén ambientados en aquel tiempo. Lo que no es óbice para que sean fácilmente reconocibles algunos de sus protagonistas, como Paco el Cóndor, interpretado magistralmente por Javier Gutiérrez, cuyo tono y maneras ante el micrófono recuerdan claramente a José María García, un periodista deportivo que en su momento llegó a ser todo un fenómeno social y cuya influencia trascendencía con creces el ámbito deportivo para adquirir resonancias de calado en el aspecto social y político de su tiempo.
En el otro lado de la narrativa están J Montes (que es asimilable a José Ramón de La Morena por sus ganas de diferenciarse en formas e incluso en fondo de su principal competidor, a través del humor y un toque más humano. Aunque su manera de hablar ante el micrófono recuerde más a otro periodista radiofónico deportivo, Juan Antonio Alcalá).
No obstante, el matiz importante de esta serie es que ubica a Montes (interpretado con solvencia y veracidad por Miki Esparbé, quien por cierto afirma haberse inspirado en varios periodistas para tejer su composición, aunque reconozca el valor del trabajo de De la Morena como referencia, hasta el punto de que leyó su libro Los silencios del larguero para preparar el papel) como discípulo de Cóndor en cuanto al aprendizaje de los rudimentos del oficio. Lo que deriva en el descubrimiento y documentación de una red de amaños en el fútbol español (uno de los episodios que se corresponden con la realidad del tiempo que evoca la serie).
Marga Laforet (a la que Itaso Araña dota de personalidad y carácter) representa el talento y la dedicación de una prometedora periodista que lo da todo en su programa nocturno, repleto de confesiones de oyentes anónimos (el personaje es asimilable a la labor que representaba en aquel tiempo Gemma Nierga, con su ya mítico espacio de madrugada Hablar por hablar) y que lucha por abrirse paso en un mundo eminentemente machista. Laforet es también novia guardianesca de J Montes (la ambición y los celos funcionan como interruptor y caldeador de la relación).
El resto de secundarios están bastante logrados (llama la atención, por ejemplo, el parecido entre el personaje de Urrutia, encarnado con desparpajo por Cristóbal Suárez, y Pipi Estrada, micrófono inhalámbrico de García durante mucho tiempo y experto en seducción femenina, que también tuvo sus momentos de gloria en los programas de cotilleos a raíz de su idilio con Terelu Campos. También la facilidad que tiene Alberto San Juan para bordar los papeles de jefe granuja). La serie se ve del tirón. Ayuda que los episodios están conformados por apenas media hora. Siempre dejan con ganas de más.
Es cierto que a veces se les va la mano con el rock and roll (desfase y macarrismo despuntan en algunas escenas, a veces con unas dosis que invitan a la sonrisa y otras a torcer un poco el gesto, por cómo la trama flirtea con el esperpento, deshumanizando así a sus protagonistas). Por encima de esa sensación, emerge la impresión de que uno se lo pasa bien, también el pálpito de que la parodia es, a veces, una manera eficaz de sugerir algunas cargas de profundidad que cuestionan el modelo individualista y competitivo en el que nos hemos formado y procuramos salir adelante.
Algunas de las anécdotas que se refieren uno las pudo escuchar (vivir) cuando era niño-adolescente, otras suenan a terreno mitológico de las vivencias que se avivan en la trastienda de la profesión periodística y otras pertenecen al terreno del disparate, que a veces conmueven, otras divierten y en ocasiones generan cierta extrañeza por ese afán de rizar el rizo. Normal que a De la Morena no le haya gustado (dicen que a García tampoco), de acuerdo a la información elaborada por el Diario Expansión. Según el director de El transistor, el espacio deportivo de medianoche de Onda Cero, que acaba de jubilarse a los 64 años, los guionistas de la serie «tendrían que haber enaltecido un poco más lo que es la radio de noche. El sacrificio, el riesgo. Yo he pasado miedo, a mi me han puesto una pistola en la cabeza…pasan muchas cosas por la noche».
Sea como fuere, creo que la serie cumple de sobra con su objetivo de entretener e ilustrar una época radiofónica. Funciona como comedia pero cuando más gana en calidad es en las escenas dramáticas, conforme se desarrolla la trama.
A la luz de la cantidad de comentarios y críticas positivas que ha cosechado, intuyo que tendrá una merecida continuación. Será una buena manera de contemplar con más recorrido las pegas de ese tipo de periodismo (con la descalificación como recurso frecuente para hilar críticas y un tono afectivo guerracivilista al valorar a la competencia) y también sus grandezas (la sensibilidad por el deporte de base de García, así como su apuesta por el periodismo de investigación y el despliegue operístico de medios para cubrir con calidad y frescura eventos como la Vuelta Ciclista a España; la cercanía, la llaneza, el sentido del humor, el caleidoscopio de opiniones cualificadas y el periodismo riguroso de De la Morena -aspecto coincidente este último con García-).
Hay ganas de ver cómo Cristóbal Garrido y Adolfo Valor, los creadores de la serie, ensamblan el nuevo material que les debe estar llegando una más que probable continuación a esta interesante historia…
Autor: Pedro Fernaud Quintana
Alas y Raíces 