Corría el año 1962 cuando Julio Cortázar (Ixelles, Bélgica, 1914-Paris, Francia, 1984) creó Historias de famas y cronopios, un deslumbrante ejemplo de cómo convertir el relato corto en un juego que riega de surrealismo y humor la realidad cotidiana. El libro está vertebrado en cuatro secciones o regiones literarias: Manual de instrucciones, Ocupaciones raras, Material plástico e Historias de famas y cronopios.
En la primera parte de esta manera asombrada de recrear la realidad sorprenden y encandilan las instrucciones para llorar y dar cuerda a un reloj. También es muy estimable otro breve relato, ya en Ocupaciones raras, en el que una aplicada secretaría pone a prueba la ironía y la paciencia del narrador con su desmedido (implacable quizá) afán por mantener en orden su despacho.
HAGA COMO SI ESTUVIERA EN SU CASA
Una esperanza se hizo una casa y le puso una baldosa que decía: Bienvenidos los que llegan a este hogar.
Una fama se hizo una casa y no le puso mayormente baldosas.
Un cronopio se hizo una casa y siguiendo la costumbre puso en el porche diversas baldosas que compró e hizo fabricar. Las baldosas estaban colocadas de manera que se pudieran leer en orden. La primera decía: Bienvenidos los que llegan a este hogar. La segunda decía: La casa es chica pero el corazón es grande. La tercera decía: La presencia del huésped es suave como el césped. La cuarta decía: Somos pobres de verdad, pero no de voluntad. La quinta decía: Este cartel anula todos los anteriores. Raja, perro.
Julio Cortazar. Historias de cronopios y de fama
Hay disparidad de efectos y afectos que despiertan los relatos, que no siempre logran conjurar el tedio de lo más transitado. Aunque, cuando parece declinar el interés, acaba surgiendo una carcajada o un latigazo de lirismo del autor argentino.
En el tramo final de esta colección de cuentos emerge Historias de cronocopios y famas, que nos da cuenta de los temperamentos, costumbres y anhelos de unos seres a medio camino entre lo mitológico y lo alegórico. Los famas son ordenados, silenciosos, adinerados y gestores. Los cronopios son desvencijados, emocionales, intuitivos y poéticos. Y entre todos ellos se mueven los esperanza, que fluctúan en su comportamiento entregado y lacónico entre los deseos y caprichos de los dos otros tipos de seres, entre los que uno desliza su simpatía hacia esos arrebatados cronopios, que lo mismo celebran la maravilla de vivir que crían con esmero (y probablemente exceso de seda) a sus hijos.
Los famas para conservar los recuerdos proceden a embalsamarlos de la siguiente manera: Luego de fijar el recuerdo con pelos y señales, lo envuelven de pies a cabeza en una sabana negra y lo colocan parado contra la pared de la sala, con un cartelito que dice ¨Excursión a Quimes¨ o: ¨ Frank Sinatra¨. Los cronopios, en cambio, esos seres desordenados y tibios, dejan los recueros sueltos por la casa, entre alegres gritos, y ellos andan corriendo por el medio y cuando pasa corriendo uno, lo acarician con suavidad y le dicen: ¨ No vayas a lastimarte¨, y también: ¨ Cuidado con los escalones¨ Es por eso que las casas de los famas son ordenadas y silenciosas, mientras en las de los cronopios hay gran bulla y puertas que golpean. Los vecinos se quejan siempre de los cronopios, y los famas mueven la cabeza comprensivamente y van a ver si las etiquetas están todas en su sitio.
En síntesis, libro para cautivarse con la realidad más diaria, de apariencia anodina y magia a paso de chiste y chispazo de ingenio. Una excelente muestra de por qué la literatura de Cortázar contribuyó a cambiar el paradigma literario de su tiempo con dos ingredientes revolucionarios: el juego y una incitación clara a una participación más activa del lector.
Autor: Pedro Fernaud Quintana
Alas y Raíces 