Cine para recorrer el arco emocional

Estos días he visto tres películas que me han despertado diferentes tonalidades emocionales. Dos son ganadoras de Oscar, la otra explora una temática poco transitada. Vamos allá.

Volver a empezar (1982). La primera película española ganadora de un Oscar a la mejor película extranjera es una oda al cine clásico y todo un ejercicio de nostalgia elegante, realzada por algunos chispazos de romanticismo, comedia y drama. Relata la vuelta a casa (Gijón) de un aclamado escritor (Antonio Ferrandis) que acaba de ganar el Nobel de literatura.

Fuente de imagen: Ada Cruz

Por el camino, nuestro protagonista vuelve a vibrar junto a su primer amor (Encarna Paso) y a recuperar sensaciones junto al equipo de su vida (el Sporting de Gijón, con impagables apariciones del mítico Antonio Maceda y del ex presidente sportinguista, Manuel Vega-Arango). La factura de este poema narrativo visual corre a cargo de José Luis Garci, y el conjunto se ve beneficiado por la música: el cannon de Pachelbel (mi pieza favorita de música clásica) y canciones de Cole Porter.

A Garci se le va un tanto la mano con el sentimentalismo y, para el tempo actual, algunas de las escenas son demasiado lentas, recreándose en exceso en gestos y miradas. No obstante, la película deja un poso de agradable clasicismo, de sobriedad y encanto, como la emocionante charla que mantiene el protagonista con el rey, en un momento en el que Juan Carlos representaba la esperanza de una España democrática y moderna. También son estimables las escenas de amistad entre el escritor y un amigo muy cercano (interpretado con su habitual eficacia por José Bodalo), así como la vis cómica de Agustín González como gerente del hotel en el que se aloja el literato, llevando al límite su afán servicial.


Siguiendo el hilo de las películas galardonadas con la estatuilla de oro del cine, he podido  contemplar recientemente la gran triunfadora de los Oscar de este año, Nomadland (ganadora del premio a la mejor película, la mejor actriz -la mejor directora Frances McDormand- y a la mejor dirección y guión adaptado -ambos para Chloé Zhao-). La película cuenta el viaje nómada que emprende la protagonista a través de su furgoneta por Estados Unidos, tras perder a su marido y empleo. Por el camino, hila una serie de trabajos basura que le permiten subsistir y teje una bonita amistad con una serie de personajes conmovedores, al borde de la marginalidad (cuando no zambullidos en ella). Todos ellos, por cierto, menos el siempre elegante David Strathairn, personas que no se dedican al mundo de la interpretación.


La parte interesante de este filme es su canto a la solidaridad y la fraternidad ente los desamparados del capitalismo atroz que campa a sus anchas en la supuesta tierra de las oportunidades (el curso de la narración se ambienta en la crisis financiera que empobreció a la clase media estadounidense durante la crisis financiera de 2008). También la capacidad poética (mezcla de imágenes y música) que exhala el film, con paisajes asombrosos y silencios que favorecen la meditación.

En contra de la peli juega que no es fácil empatizar con la protagonista, empeñada como está en vivir el nomadismo en su más individualista versión, por más que muestre trazos altruistas y hasta empáticos con algunos de los personajes con los que teje afecto. Tampoco favorece su digestión la dinámica de excesivos tiempos muertos con la que se estructura, ni la falta de profundidad en radiografiar los porqués de la situación límite que atraviesan los personajes que retrata la historia.


He dejado para el final una grata sorpresa que encontré el Netflix el otro día. Se trata de Loco por ella (2020), dirigida por Dani de la Orden, e interpretada con talento por Susana Abaitua y Álvaro Cervantes. La historia cuenta el enamoramiento que experimenta el protagonista  hacia la chica que conoce en una noche desenfrenada. Se trata de una creación que habla con respeto, y buenas dosis de humor y verismo, sobre la enfermedad mental. Un viaje iniciático, en suma, que entretiene, divierte y hasta conmueve. A veces se les va la mano con los gags facilones (labor en la que Alberto San Juan borda la parodia del jefe pasado de vuelta), pero hay un poso de esperanza, autoconocimiento e inconformismo que reconforta en esta historia. 

Autor: Pedro Fernaud Quintana.

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Publicado por alasyraicesradio

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